los gatos han sido parte de mi vida.
De ellos aprendí a dormir tranquilo.
A gustar del silencio.
Recuerdo el gato gris trepado sobre el árbol.
La gata amamantando sus cachorros.
Guardo un recuerdo de mi madre,
con sus gritos reprochando a una vecina.
Aquella gata, con el cuello roto,
estrangulada, con las hojas de la puerta.
Y comprobé aquello de las siete vidas.
Nunca hay que subestimar su inteligencia.
Viven al día, sin mayor preocupación.
Salvo en los casos que son abandonados,
a su suerte.
A veces la pasan mal.
Deambulan en busca de un insecto.
Aprovechan el descuido de una paloma.
Padecen sed y golpes de calor.
Y con paciencia esperan a que la suerte cambie.
Aún famélicos, conservan la gracia.
Y el orgullo felino.
Sus ojos redondos.
Su silencioso andar.
Su ronroneo de esperanza.
A veces deciden conquistar a una persona.
Sonríen, ruedan de un lado a otro.
Dilatan sus pupilas.
Ocultan el dolor de sus heridas.
Y con serenidad esperan a que cambie el tiempo.
Por eso los gatos merecen mi respeto.
Me acompañan en silencio.
Me siguen con sus cojinetes silenciosos.
Y yo a veces me sueño.
Convertido en un guepardo.
17-02-2022
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